De porte empenachado y erguido, albardín adorna los áridos paisajes mediterráneos. Sus hojas finas, como agujas, forman densas matas, testimonio de su resistencia en condiciones de escasez. El follaje, de un tono verde plateado, prospera bajo el sol inclemente, mientras que sus flores, resistentes y nervudas, se extienden hacia el cielo, encarnando el vigor necesario para sobrevivir en entornos tan difíciles.