Chinchilla se origina en América del Sur, específicamente en partes de Argentina y Chile. Esta planta se considera una maleza principalmente debido a su hábito de crecimiento agresivo, reproducción prolífica y difusión generalizada. Visiblemente, chinchilla es grande y robusta, suprimiendo el crecimiento de otras plantas debido a la liberación de químicos alelopáticos, los cuales pueden comprometer su crecimiento y desarrollo. Su nocividad se extiende a su capacidad de dominar paisajes, transformando hábitats diversos en áreas de una sola especie que pueden potencialmente desplazar la flora nativa, interrumpir la diversidad biológica y alterar las funciones del ecosistema. Chinchilla generalmente se propaga por semillas, las cuales son fácilmente diseminadas por el viento, el agua, los animales o actividades humanas. Estas semillas requieren recursos mínimos para germinar y pueden permanecer latentes en el suelo durante varios años, mejorando la capacidad de chinchilla para invadir nuevos territorios.